Maturín a reventar, dos veces arriba, y el 6–3 que dolió más
por lo que prometía que por lo que fue. Si estabas en el estadio —o frente a la
pantalla— sentiste las dos cosas a la vez: orgullo porque esta Vinotinto ya le
compite a cualquiera, y rabia porque, cuando tocaba cerrar, el piso se abrió.
La tesis cabe en una línea: no nos falta fútbol; nos falta protección
institucional para que el fútbol florezca. El chivo expiatorio fácil es el
banquillo. El responsable real está arriba.
Primero, lo justo: a los jugadores, gracias. A una
generación que se despide con deuda mundialista —Rincón, Rondón y compañía—,
respeto y gratitud. Sostuvieron la fe cuando casi nadie apostaba. A la camada
intermedia y a los más jóvenes, que ya mostraron jerarquía en Copa América y
convirtieron Maturín en fortín durante buena parte de la eliminatoria, toca
decirles: sí, están para más. El techo no lo marca su talento, lo marcan las
condiciones que les rodean.
Ahora, lo incómodo: no son ellos ni fue Batista.
¿Hubo fallas en la cancha? Sí: gestión de «ventanas críticas» tras gol propio o
ajeno, plan visitante poco transferible, toma de decisiones cuando el partido
se incendia. Todo eso se entrena. Y, aun así, bajo Batista el equipo ganó
identidad, compitió a nivel torneo y se hizo fuerte en casa. Despedir al
técnico puede tener razones deportivas; convertirlo en culpable único es
esconder la basura bajo la alfombra.
Los hechos que no conviene olvidar:
- Un seleccionador renunció tras más de un año sin cobrar. No es “un detalle administrativo”: es una señal de sistema. Impago significa desconfianza, parálisis, tiempo tirado.
- Otro técnico de élite salió entre fricciones contractuales y la federación acabó perdiendo en instancias internacionales, con un pago millonario que no fue a juveniles, logística o infraestructura.
- Un ex alto cargo federativo fue inhabilitado por la justicia deportiva. Golpe a la reputación, a la credibilidad y, por tanto, al clima que necesita un vestuario.
- La cúpula federativa convive con roles partidistas y vínculos políticos explícitos. La FIFA exige independencia de terceros; aquí la línea entre deporte y poder se ha difuminado, y esa ambigüedad contamina.
- El vaivén de patrocinios históricos (rupturas, regresos, nuevas alianzas) habla de una dependencia volátil, a veces más cercana a la coyuntura que a una estrategia profesional sostenida.
Todo eso no mete ni saca goles directamente, pero carga
la mochila. Se traduce en ruido, en negociaciones eternas, en promesas
incumplidas, en staff que entra y sale, en mensajes contradictorios, en un
equipo que llega a la línea final con más desgaste mental del que admite el
marcador. Y cuando la noche se anuncia como «histórica», la mente hace lo suyo:
te acelera, te rigidiza, te empuja a resolver solo, a descoser la estructura
que te trajo hasta ahí. Sucede. Si alrededor hubiera calma, procesos y reglas,
la caída no sería en picada.
La diferencia entre casa y afuera t.ambién pasa por ahí. En
Maturín te lleva la ola, se multiplica la confianza y el plan luce. Fuera, con
viaje, altura y hostilidad, emerge la ansiedad del «no podemos fallar». Eso se
corrige con entrenamiento específico —protocolos de cinco minutos tras cada
golpe, liderazgo de campo claro, balón parado como seguro—, pero solo prende
si el proyecto está blindado desde arriba.
La solución no es mágica ni épica; es institucional.
Tres pasos, sin fuegos artificiales:
- Despolitizar
y profesionalizar la FVF. Incompatibilidades reales para cargos
partidistas en puestos clave. Comités independientes de ética, auditoría y
licitaciones. Elecciones limpias y reglas públicas. Presupuestos y
contratos a la vista. Pagos a tiempo. Un fondo de contingencia para selecciones
que no dependa del humor de la coyuntura.
- Proyecto
deportivo de ciclo completo. Un seleccionador con hoja de ruta y
métricas claras —traslado de la identidad casa/afuera, gestión de
momentos, balón parado— y amistosos con propósito: altura, hostilidad,
logística similar a eliminatorias. Menos “taquilla”, más preparación.
Puentes formales con la Liga FUTVE y con el exterior para que la base
crezca en ritmo e intensidad.
- Psicología
como sistema, no como parche. Trabajo emocional permanente: regulación
en partidos «de vida o muerte», protocolos de crisis personales que
protejan al grupo, roles de voz definidos para encender o enfriar según el
guion del juego. Esto no es «motivación de charla». Es método.
Y aquí entra tu parte. Si eres afición, periodista,
patrocinador o dirigente regional, tu poder no está en exigir cambios de
entrenador cada seis meses; está en exigir reglas. Pregunta y
repregunta:
·
«¿La FVF publicó su presupuesto y lo auditó
externamente?»
·
«¿Los contratos del cuerpo técnico incluyen
garantías y se cumplen a tiempo?»
·
«¿Hay un plan de selecciones con objetivos
medibles por trimestre?»
·
«¿Los amistosos preparan lo que realmente se
juega en Sudamérica?»
·
«¿Quién responde cuando se incumple?»
Si la respuesta es silencio, ya sabes dónde está el
problema. Si la respuesta es un comunicado con adjetivos y sin números,
también.
Este golpe duele, cómo no. Pero es una oportunidad para ordenar
culpas y responsabilidades. A los jugadores: «gracias por competir; no los cvamos
a soltar». Al técnico saliente: «gracias por lo hecho; el fallo fue de más
arriba». A quienes mandan: «si de verdad aman el fútbol, suelten el control
político y dejen trabajar a los que saben». A ti: «no pidas milagros; pide
reglas».
La Vinotinto ya demostró que puede. Lo próximo no depende
del azar ni de una arenga. Depende de que exijas una FVF despolitizada,
profesional y transparente. Con eso, el talento hará lo que sabe: ganar.
Nota final
Mientras un régimen autoritario cope todos los escenarios
y lo politice todo, el futuro de la Vinotinto —y del país— se oscurece. El
talento no florece en oficinas colonizadas por la obediencia y la corrupción:
se asfixia entre favores, silencios y miedo. No es pesimismo; es diagnóstico.
La salida no cabe en un gol de último minuto: cabe en reglas, transparencia
y límites al poder de turno. Si te duele la camiseta, exige arriba. Sin
institución libre no hay fútbol libre. Con una FVF despolitizada y
profesional, lo que hoy parece negro vuelve a ser cancha abierta para ganar.
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