Después de unas largas y muy merecidas vacaciones
familiares visitando a los panas, finalmente se paró a dar
su discurso de memoria y cuento. Como este es el gobierno de las palabras, y
con la ayuda de la tecnología, me dediqué a contar las palabras que usó
para contar sus cuentos.
En primer lugar, pude constatar que disparó un total
de 16.782 palabras para decir muy pocas cosas. El 47% de esas palabras fueron
pronombres, adverbios y proposiciones, lo que, según los que saben de eso, yo
no sé nada por si acaso, denota una gran pobreza en el lenguaje, sólo
comparable a la gran pobreza en que ha sumido a este sufrido país.
Como es usual, las palabras relacionadas con “socialismo”
y “revolución” superaron ampliamente, 45 a 18, a las relacionadas con “democracia”
y “constitución”.
Mencionó 4 veces a Diosdado y 2 a Dios. No me
interesa la opinión del primero, pero el segundo, gracias a la intermediación
de Laureano, ya expresó muy claramente la suya. Al galáctico lo mencionó 35
veces y, demostrando que los silencios pueden ser más contundentes que las
palabras, no se dignó a mencionar a Fidel, a Raúl, ni a Cuba, creo que por
primera vez en una cadena presidencial desde hace muchos años. A Obama lo
mencionó 3 veces.
Habló 6 veces de “abastecimiento” y el mismo número de
“seguridad”, pero nunca mencionó “desabastecimiento ni “inseguridad,
demostrando una vez más su profunda conexión con la realidad del país. Dijo “no”
133 veces. Se refirió a “elecciones” en 13 oportunidades. Dijo “control”
en 8 ocasiones y “libertad” una sola
vez, por cierto en referencia al “clima de libertades” que vivimos los venezolanos. Pronunció “yo” 86 veces y “nosotros” 32.
Nunca mencionó la palabra “mentira”, pero dijo
muchas, muchísimas. Una de ellas se refirió a ese pobre señor que capturaron
después de hacer 300 compras en 15 días. Ustedes me van a disculpar, pero a ese
caballero, en lugar de someterlo al escarnio público, deberían nominarlo al
libro Guiness, después de haberse calado 20 colas diarias durante toda una quincena.
Si suponemos que dedicó 8 horas diarias a descansar, comer y hacer sus
necesidades, este superhombre hizo 300 colas
a un promedio de 42 minutos por cola, echando
por el suelo la perversa teoría de que los venezolanos nos pasamos varias horas
al día en una sola cola.
Toda esta sarta de mentiras fue apoyada, según la
transcripción oficial, por 104 “aplausos”, 24 “gritos de consignas”, 12 “griterías”
y 2 “risas”. Un detalle que pude observar es que la transmisión televisiva tuvo
un retraso de 10 segundos respecto a la transmisión radial. Yo, que soy un mal
pensado, concluyo que eso era para darse tiempo a filtrar cualquier error de
los camarógrafos que pudiera incomodar al régimen.
Este discurso, en mi opinión, representa una gran
oportunidad para la oposición: combatir la mentira con la verdad. Ya el pueblo
está claro, pero las cosas en política no hay que asumirlas, hay que
difundirlas y repetirlas consistentemente. Si una mentira repetida mil veces se
convierte en una verdad, mucho más poder debe tener una verdad repetida el
mismo número de veces.