Por primera
vez en dos décadas me voy a referir en términos negativos a la oposición
representada en la MUD. Hasta ahora me negué a hacerlo, le di el beneficio de
la duda, celebré sus éxitos –trastocados luego en fracasos- y defendí
acérrimamente mi posición ante quienes, en mi opinión, equivocaban el objetivo
al arremeter en contra de ella como si fuera el enemigo. Yo pensaba que el
único enemigo era el régimen.
Hoy, he cambiado de opinión. La salida no es electoral ante
un régimen asesino, corrupto, violador de los derechos humanos, defensor y
promotor de la matanza del otro depravado asesino en Nicaragua o en cualquier
otro país que decida someter a su población en aras de mantener el poder a toda
costa. No es electoral desde que nos robaron el revocatorio, desde que
despojaron de atribuciones a los funcionarios electos por el pueblo, desde que
ganamos las dos terceras partes de la AN y pusieron al ilegítimo TSJ a
legislar, desde aquella gloriosa jornada de firmas a nivel mundial que no tuvo
efectos en las acciones opositoras, desde que se permitió la elección de la
ilegal ANC que pasó a sustituir a cualquier otro poder legítimo. Es absurdo,
ridículo, que la dirigencia opositora insista en la salida electoral cuando no
ha sido capaz de defenderla en todas esas ocasiones.
Se ha dicho insistentemente que la dirigencia opositora es
cómplice consciente del régimen, que sus acciones son para mantenerlo en el
poder, que reciben prebendas para mantener su posición de pasividad, y un
sinfín más de acusaciones. Me resisto a creer que esas denuncias tienen sustento.
Pero también me resisto a creer que los líderes opositores son obtusos de
mente. No sé, no me atrevo a opinar, acerca de las motivaciones para actuar
como actúan, pero si tengo claro que la estrategia que ha desarrollado lo que
ha logrado es atornillar al régimen en el poder.
Celebré como un logro la posición multitudinaria de los
países decentes denunciando la verdad de lo que pasa en el país. Celebré la
valiente posición del Secretario Almagro, más rotunda que la de cualquier líder
opositor. Siempre consideré que la posición de líderes como María Corina y
Antonio era correcta, aunque tenía mis reservas, y hoy me alineo completamente
con esa posición.
Muchos hemos cambiado de opinión y le retiramos nuestro apoyo
a la dirigencia opositora. El pueblo ha tenido que cambiar radicalmente sus
hábitos para sobrevivir. Miles de venezolanos
en el exterior con credenciales de altura han decidido, con una dignidad
merecedora de elogios, dedicarse a labores muy por debajo de sus competencias
para lograr un nivel de vida que su país le niega. La sociedad civil, el
pueblo, los gremios, los vecinos, están en la calle, divididos en cientos de
protestas sin que nadie sea capaz de amalgamarlos en un objetivo común. Por
otra parte, el régimen, los militares, los enchufados, continúan, impunes,
transitando el inexorable camino de la destrucción del país para su propio
beneficio.
No hay salida electoral. Igual que muchos ciudadanos hemos
tenido que cambiar para sobrevivir, es imperativo que la dirigencia opositora
cambie o se haga a un lado para que otros líderes conduzcan al país al sendero
de la libertad. Ese es el llamado del
pueblo. Si no lo hacen, se convierten en cómplices y el pueblo se los demandará.