martes, 10 de marzo de 2015

Si yo fuera uno de ellos…

Si yo fuera uno de ellos... me imagino que no podría conciliar el sueño, con todas las consecuencias físicas y emocionales que eso conlleva.

Si yo fuera uno de ellos... estaría muy preocupado, e incluso asustado, porque mi nombre se encuentra grabado en una lista deshonrosa, que será recordada para siempre y que tendrá consecuencias a su debido tiempo.

Si yo fuera uno de ellos... no dejaría pensar en cómo mi situación afecta a mis seres queridos, en especial a mis hijos.

Si yo fuera uno de ellos... me sería harto difícil disimular la vergüenza que siento, más aún cuando me apuntan los focos de las cámaras. Supongo que mi rostro reflejaría lo que refleja el de ellos.

Si yo fuera uno de ellos... mi preocupación aumentaría cada vez que el gran culpable, y los grandes cómplices, intentaran defenderme, porque sé que lo que hacen es hundirme más y más.

Si yo fuera uno de ellos... trataría de pensar en la forma menos dolorosa de terminar con esta pesadilla, sabiendo que tengo dos opciones claras: aferrarme hasta donde pueda al gran culpable o abandonarlo en un intento de limpiar mi nombre. Difícil dilema el que tendría. Sabría que hay otras opciones, pero no me atrevería ni a pensar en ellas.

Si yo fuera uno de ellos... me sentiría impotente, al saber que mi futuro, mi nombre, mis posesiones, y la “tranquilidad” de mis seres queridos, dependen de la continuidad en el poder del gran culpable.

Si yo fuera uno de ellos... no quisiera ni pensar en todos los que han vivido situaciones similares y al final, a veces más temprano, a veces más tarde, han sido o serán sentenciados por la justicia, la humana, la divina o ambas.

Si yo fuera uno de ellos... me atrevería a averiguar de una vez por todas de que trata el tan cacareado “Estatuto de Roma”.

No soy uno de ellos. Sólo soy una víctima más que ha sufrido, en carne propia y ajena, todas y cada una de las violaciones a los Derechos Humanos que se han cometido en el país, en nombre de una revolución que conduce a la miseria al pueblo que dice amar y le da unos inmensos, pero temporales beneficios, a quienes se aprovechan de ella.


3 comentarios:

  1. Excelente Gustavo!!, yo también me alegro de que no seas uno de ellos.

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  2. Gustavo, gracias por tus artículos. Lamentablemente, difiero del enfoque que le das a éste. Yo te propongo pensar en otro título: "Seré yo uno de ellos?".
    Ciertamente, no podemos perder de vista que detrás de todo este desastre se esconde la sombra del "Gran Culpable". A éste se le quiere eximir poniéndolo más allá de las galaxias, cuando en verdad su mano y su mente están más acá de la banca andorrana y la violación a los derechos fundamentales de los venezolanos.
    Sin embargo, aquél no es el único culpable.
    Hanna Arendt estudió a fondo la estructura del totalitarismo. Una de sus conclusiones fue que el Tercer Reich estaba diseñado de tal manera que aquellos ciudadanos que quebraron los cristales de esa fatídica noche, aquel soldado que organizaba la cola de los condenados a la cámara de gas, aquel soplón que decía dónde se escondían "los enemigos", aquél que presionaba el gatillo... todos, todos, no hacían más que cumplir con su deber. Eran ejemplares ciudadanos que hacían lo que debían.
    Ciertamente, había un gran culpable detrás de todo esto: el que había diseñado una maquinaria donde provocar el terror y la muerte se convertían en un honroso deber ciudadano.
    Todos cumplían. La maquinaria estaba engrasada y funcionaba correctamente. Tecnología alemana, pues.
    Pero todos eran culpables.
    En el mismo contexto de la Arendt, otro judío, Víctor Frankl, tuvo que padecer las atrocidades de la Shoah. Como sabes, Frankl pudo salvar el pellejo después de ver exterminada a toda su familia en un campo de concentración. Como buen psicólogo, de hecho, uno de los mejores de la historia, Frankl observó a fondo los comportamientos humanos que se daban en el campo de concentración. Así llegó a una conclusión: "Ellos nos lo pueden arrebatar todo, incluso la vida. Pero no nos podrán arrebatar la libertad interior si nosotros no se lo permitimos". Es el famoso concepto frankliano de la "libertad interior de elegir".
    Frankl fue víctima de la maquinaria del horror. En el campo veía cómo muchos sucumbían y se convertían en soplones, en colaboracionistas. Otros se quitaban la vida por considerar que era la única salida honrosa. Frankl optó por ejercer su libertad hasta el límite.
    "Ellos", los que ponían en marcha la maquinaria diseñada por el "Gran culpable" de su momento, podían quitarle todo, pero no podían quitarle la libertad de quien decide no desesperar ni traicionarse a sí mismo.
    Edith Stein, monja carmelita de origen judío y una de las mayores filósofas del siglo XX, murió en la Shoah porque su fe le movía a solidarizarse con su pueblo de proveniencia y compartir su fatalidad. Simone Weil, otra gran filósofa que se sintió llamada al cristianismo, no quiso convertirse formalmente para no valerse de su nueva condición de cristiana para salvar el pellejo. Maximiliano Kolbe tomó el lugar de un prisionero que había sido escogido como un número más para aniquilar en la cámara porque aquél era un padre de familia: "Aquí sólo necesitan un número. Yo tomo su lugar".
    La maquinaria del horror sólo podía ser socavada por la maquinaria de la humanidad y la dignidad. Esa misma que no hace aspavientos, pero cuyos frutos perduran.
    Aquí nos preguntamos: si hoy sigue en marcha la maquinaria de la abominación diseñada por el Gran Culpable, ¿no será porque muchos simplemente están "cumpliendo con su deber"? El deber de ser más vivos que los otros, el deber de pescar en río revuelto, el deber de robar porque aquí todo el mundo roba, de "mira para otra parte porque acá acaban de matar al pendejo ese", de quitarte a ti para salvarme a mí....
    ¿Seré yo uno de éstos?

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    1. Hola Christian. Gracias por tus valiosos aportes, aunque lamento disentir de tu disentimiento. Creo que asumiste que “ellos” se refiere a cualquier persona afecta al régimen, cuando yo realmente me refería específicamente a los siete funcionarios incluidos en la lista de Obama. Vi parte de la cadena y luego observé el “carómetro” que publicaron varios medios, y percibí que detrás de esos rostros se observa una gran preocupación, que fue la que intenté reflejar en mi escrito.
      Ahora bien, al extender el concepto de “ellos”, como entiendo fue tu intención, cambia la cosa, aunque no me gusta meter a todos en el mismo saco. Siempre he rechazado la idea de que “todos somos culpables” porque creo que los verdaderos culpables usan esa expresión como fachada protectora. Aquí hay culpables, hay cómplices, hay colaboracionistas, hay “sicarios” bien pagados, y hay personas de buena fe y mucha ignorancia, cuya conciencia ha sido vilmente manipulada o torcida. A estos últimos yo los eximo de culpa porque también son víctimas, aunque hagan lo que hagan en “cumplimiento del deber“. No creo que todas las personas están en capacidad real, a la vista de sus circunstancias, de ejercer la libertad interior de elegir, y no deberíamos juzgarlas por eso.
      También hay una gran cantidad de venezolanos que, al igual que los extraordinarios ejemplos que mencionas, han sido mártires y héroes, muchos de ellos anónimos. Algún día se documentarán algunos de esos casos y posiblemente serán citados como dignos ejemplos de humanidad y dignidad.
      Si bien me quedo con el título que elegí por las razones expuestas, estoy convencido de que cada venezolano debiera hacerse la pregunta que sugieres: “¿Seré yo uno de ellos?”, pero este es otro tema, por lo demás muy apropiado.

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