El Cerro El Ávila es mucho más que una montaña: es la identidad viva de Caracas y un puente simbólico entre Venezuela, mi país natal, y España, el país que me acogió en tiempos difíciles.
Aunque su
nombre original es «Waraira Repano», la versión más sólida señala que «El Ávila»
proviene de Gabriel de Ávila, alférez mayor de campo que acompañó a Diego de
Losada en la conquista de Caracas y fue nombrado alcalde en 1573. Sus tierras abrazaban la montaña.
Sin embargo,
también circula la encantadora anécdota de quienes, al mirar su silueta
protectora, la comparaban con las murallas de Ávila en Castilla. Entre historia
y leyenda, invito a venezolanos y españoles a redescubrir juntos las mil caras
de este símbolo compartido.
Este artículo
fue publicado originalmente en el portal «Wall Street Internacional Magazine»
en enero de 2022.
Las mil caras
del Ávila
«Toda emoción de ser caraqueño tiene su origen en el Ávila» Alfredo Boulton
El Ávila, esa hermosa e imponente mole de 2.765 metros de altura que separa a Caracas del mar Caribe y la cobija de oeste a este, desde La Pastora hasta Petare, tiene un influjo muy especial, yo diría que mágico, sobre los caraqueños. Con frecuencia desviamos nuestra vista hacia ella y, cuando estamos lejos del terruño, la vista se desvía hacia su imagen, que invariablemente colgamos en la sala de nuestra nueva casa lejos de casa.
El
Ávila no solo es una montaña. Es mucho más. El Ávila …
…
es brújula. Cuando la ves con tus ojos, sabes de inmediato dónde está el norte
porque ella es el Norte. Cuando ves su imagen, o la imaginas, sabes de inmediato
dónde está tu querencia.
…es
pulmón y oxígeno vivificante de una ciudad que ha crecido, a veces de forma
ordenada, y otras indiscriminadamente.
…es
naturaleza, es flora, es fauna, a cuyos pies crece una ciudad de concreto que,
a pesar de todo, ha sabido respetarla, quererla y cuidarla.
…es
muralla protectora que, en retribución, cuida a la ciudad y a sus habitantes.
…es
la musa de escritores y poetas que han dibujado con
palabras todo lo que ella significa.
…es
leyenda, es volcán, es el refugio de la gran culebra, es ola convertida en
roca, es oro enterrado, es base de seres de otros mundos, es lugar de
apariciones, de almas en pena, de bendiciones y también de maldiciones.
…es
música. Cualquier canción alusiva a Caracas lleva al Ávila en su letra y si no,
en su espíritu. Ilan Chester la inmortalizó con su pegajoso «Cerro el
Ávila». Piezas como «Flores
de Galipán» o «Claveles de Galipán» hacen honor al poblado avileño que riega de
flores al valle.
…es inspiración de pintores, encabezados por Manuel Cabré, «El
pintor del Ávila», y tantos otros que no se cansan de plasmar en el lienzo su
inconfundible silueta, sus colinas, sus verdes, sus arroyos, sus caminos que
conducen al cielo.
…es imán para las cámaras fotográficas que no dejan de conseguir
nuevos ángulos, nuevos amaneceres y atardeceres, nuevos matices.
…es agua pura, cristalina, que riega al valle.
…es termómetro, cada vez que el espíritu de «Pacheco» desciende a
la ciudad anunciando aquello que los caraqueños llamamos frío. «¡Llegó
Pacheco!», decimos cuando llega el momento de echar mano de los abrigos, sin
importar el lugar donde nos encontremos.
…es ramillete de flores multicolores que Galipán nos regala a los
habitantes del valle.
…es gastronomía. Con espectaculares vistas a Caracas y/o al mar,
los comensales pueden degustar deliciosos platos criollos o internacionales.
Solo basta contar con una 4x4 o con unas buenas botas de excursión y energía suficiente
para acceder a ellos.
…es Semana Santa, anunciada por los palmeros del Ávila que bajan
cada año con su carga de brotes de la palma real que se cultiva en sus
entrañas.
…es Navidad, anunciada por la cruz que enciende sus luces y
también el espíritu navideño de los caraqueños.
…es paraíso de excursionistas que en cada aventura descubren o
recrean caminos infinitos e insospechados.
… es campo de entrenamiento de deportistas que infatigablemente tonifican
sus músculos y su espíritu para prepararse contra cualquier rival.
…es refugio de enamorados que se prodigan besos y caricias sin que
nadie, solo Caracas, se entere.
…es su teleférico, que acerca su cima a cualquier visitante que
desee descubrir una vista alucinante en cualquier dirección a la que dirija su
mirada.
…es cielo estrellado, más allá de las nubes que cubren la ciudad,
que muestran al visitante nocturno la inmensidad del firmamento, inyectando en
cada uno de ellos una necesaria dosis de humildad ante la visión impactante del
infinito.
…es tristeza y preocupación, cada vez que el fuego destructor
consume en minutos lo que tardó años en florecer. También es tragedia y
desolación cuando, en contra de su voluntad, no puede retener el agua que
recoge de los cielos y se desborda, llevándose por delante todo lo que
encuentra a su paso.
…es como quieras llamarla: «Cerro El Ávila», «Waraira Repano», «Sierra
grande», «Lugar de las dantas», «La sierra del norte», «La montaña a la mar», «El
otro lado del cerro», «La montaña mágica» o simplemente «El Ávila».
…es la suma de todos sus rincones. Es Cachimbo, Clavelito, El Cortafuegos,
El Hotel Humboldt, El Picacho, Galindo, Galipán, La Fila, La Julia, Lagunazo, Loma
del Cuño, Loma del Viento, Los Platos del Diablo, Los Venados, Papelón,
Paraíso, Pico Naiguatá, Pico Occidental, Pico Oriental, Piedra El Indio,
Quebrada Chacaíto, Sabasnieves, Sanchorquiz o Camino de los Españoles, Sierra Maestra,
Topo Goering, Zamurera.
…es todo eso y mucho más.
…es Caracas.
me refleja mucho este texto. El Avila somos nosotros
ResponderEliminarEl Ávila..... también es la conexión más sublime con la Patria, cuando se está fuera de Venezuela.
ResponderEliminarGracias Gustavo, me emocionó tu relato.
Me gustó el tema y más aún el relato. Tienes alma de poeta Gustavo. Un abrazo.
ResponderEliminarGustavo, muchas gracias por hacerme ver tantas caras de El Avila.
ResponderEliminarExcelente resumen de los sentimientos de cualquier caraqueño.Felicitaciones y gracias Gustavo
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