Dicen que perdieron porque María Corina llamó a no votar. Que la abstención fue muy alta. Que el pueblo no salió. ¡Claro! El problema no fue que participaron en una elección fraudulenta, sin árbitro, sin garantías, sin auditoría real.
No. La verdad cruda fue que el
pueblo… no obedeció su llamado.
Los eternos aspirantes a algo, esos
profesionales del fracaso con falsa credencial opositora, hoy lloran sobre sus
cuotas perdidas, como si la democracia fuera una lotería y no un acto de
dignidad. Se presentan como víctimas del divisionismo, cuando en realidad
fueron cómplices voluntarios del teatro obsceno que montó el dictador. El
pueblo, mientras tanto, simplemente decidió no hacerles el juego. Porque cuando
todo huele a trampa, lo más sensato es no sentarse a la mesa.
La estrategia de María Corina no
solo fue clara, fue moralmente superior. No se trataba de sumar diputados
decorativos o gobernaciones simbólicas. Se trataba —se trata— de no legitimar
lo ilegítimo. Y el país lo entendió. Habló en silencio y con valentía. Se
abstuvo con conciencia. Y eso les dolió más que perder una elección: perdieron
la poca credibilidad que les quedaba.
El liderazgo que vale no es el que
grita más fuerte ni el que encuentra la mejor excusa. Es el que actúa con
coherencia, incluso cuando resulta incómodo o cuando pierde alguna batalla.
Porque la confianza se construye cuando las acciones y las palabras se alinean,
no cuando se maquillan los fracasos con discursos reciclados.
El 25 de mayo no fue una derrota
electoral. Fue una lección de responsabilidad ciudadana. Perdieron los que
negociaron con la mentira, aunque hayan logrado recoger algunas migajas. Ganó
la coherencia. Y, en medio del lodazal, brilló una verdad innegable: el pueblo
ya no compra baratijas disfrazadas de oposición.
Sigamos adelante… hasta el final.
Fue la dignidad de un pueblo , que 'NO LEGITIMISO AL DICTADOR LADRON". NO SE PUEDE IR A UNA OBRA SIN SENTIDO. CAE EL TELON....
ResponderEliminar