Publicado el 2 de octubre de 2024
Lo que estamos presenciando desde países como Colombia, Brasil, México y España no es diplomacia, ni prudencia, ni equilibrio.
Es una farsa.
Una tragicomedia que recuerda al cuento clásico del rey desnudo:
todos saben la verdad, pero prefieren ignorarla y seguir adelante, vistiendo la mentira con ropajes invisibles.
Edmundo González ganó las elecciones en Venezuela.
Las pruebas están ahí: claras, legales, documentadas.
Pero estos líderes, que se autodenominan "defensores de la democracia", eligen mirar hacia otro lado.
Y al hacerlo, se convierten en sostén diplomático de un ataque criminal contra el voto popular venezolano.
¿A qué se debe esta ceguera deliberada?
Las razones pueden variar:
• Deudas políticas o económicas.
• Compromisos inconfesables.
• Miedo a represalias.
• O simplemente, cálculo y cinismo.
Pero lo más grave no es lo que esconden.
Es el precedente que están construyendo:
Si hoy toleran una dictadura que se burla del pueblo, ¿qué les impedirá hacer lo mismo en sus propios países mañana?
La postura de estos gobiernos no es neutral.
Es una complicidad activa con un régimen acusado de crímenes de lesa humanidad, cuya represión sigue viva mientras la justicia internacional avanza con desesperante lentitud.
Y mientras tanto, nos quieren vender una democracia que no existe.
Una democracia invisible, como las ropas del rey.
Transparente. Vacía. Falsa.
Ya es hora de que alguien lo diga, como en el cuento:
el rey está desnudo.
Y quienes callan o lo encubren, no son prudentes ni diplomáticos.
Son cómplices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario