miércoles, 7 de mayo de 2025

¿Debemos aceptar que el mal triunfó?

Publicado el 23 de marzo de 2025

Venezuela vive una tragedia silenciada a fuerza de complicidad.

Dentro del país, millones viven bajo vigilancia, represión y miedo.

Pensar distinto es delito.

Alzar la voz se paga con tortura, cárcel o exilio.

Cada día es una batalla por sobrevivir en una tierra donde la justicia fue abolida y la dignidad se castiga.

Pero la tragedia no termina en las fronteras.

Afuera, la diáspora venezolana —más de siete millones de personas— enfrenta otro tipo de persecución:

Discriminación.

Rechazo.

Xenofobia.

Muchos son señalados, no por sus actos, sino por su pasaporte.

Víctimas del estigma sembrado por un régimen que promovió el crimen y lo exportó para ensuciar el rostro de quienes escapaban del horror.

Y mientras tanto, hay líderes democráticos perseguidos y hacinados en embajadas, encerrados como rehenes políticos ante la pasividad internacional.

📢 ¿Dónde están las voces que juraron defender los derechos humanos?

¿Qué hacen los organismos multilaterales?

Silencio.

¿Qué hacen los líderes del mundo libre?

Silencio.

¿Qué hacen los gobiernos que un día alzaron la voz por Ucrania, por Cuba, por Irán… pero callan ante Venezuela?

Silencio.

Negarse a llamar dictadura a una dictadura es prolongar su vida.

Hacer negocios con ella es financiar la represión.

Los venezolanos hemos dado todo:

Nuestras calles.

Nuestros hijos.

Nuestra libertad.

Nuestra esperanza.

Y hemos sido castigados por resistir.

Hoy solo queda una pregunta urgente, brutal, legítima:

¿El mal ha triunfado?

Y otra vez…

Silencio.

Ese silencio ya no es neutralidad.

Es complicidad.

Es traición a los valores democráticos.

Es premiar a los verdugos y castigar a los inocentes.


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